Silencio, un silencio que lentamente
entra apoderándose de mí, siento como carcome el estado de ánimo, está continua
lucha por mantenerme a flote es una rutina, tan inútil escapar... quizás no
quiero escabullirme y en realidad provoco que esto suceda.
Los ojos medios abiertos o medios
cerrados intentan interpretar el color, el aire de esta habitación sin vida, no
quiero ver más allá porque me duele descubrir que solo el eco es el único que
permanece a mi lado.
No, no quiero llorar porque me siento
estúpido, las muecas de mi rostro son tan grotescas que sin duda son un
perfecto remedo de mí.
La ventana permanece abierta no se
hace cuantos días, deja pasar el aire que congela en esta madrugada solitaria,
esta noche en la que ni los borrachos se han juntado bajo la lámpara a
contar sus historias y lamentos, mi cuerpo esta frío pero no intento
levantarme por una frazada, no quiero sentir cobijo y prefiero alimentar mi
estado lastimero, es una manera de flagelarme en medio de esta oscuridad.
De pronto tu voz llega a mí seguida
de tu imagen, te miro sonreír, estiras tu brazo y acaricias mi enmarañado
cabello, siento el calor de tu cuerpo, de esa caricia que recorre mi cuerpo.
-¿Que haces acá, te han dado permiso
de venir conmigo?-
Tu mirada continua clavada en mis
perdidos ojos y no respondes, la indiferencia es lo que mejor te describe
cuando actúas así, ahora soy yo el que te acaricia, tu rostro siempre me ha
parecido perfecto, dibujo la delgada pero exquisita línea de tus labios con mi
dedo para invitarte a decirme algo pero continuas mirándome intentando descubrir
porque las lágrimas corren por mi cara y terminan perdidas entre estas gastadas
sabanas.
Finjo sonreír para tranquilizarte,
finges tranquilizarte mirando el techo pero en realidad sé que tus pensamientos
están en busca de los míos, que escapas en busca de esa sensación
que me mantiene apartado de la “realidad” de esta realidad de humanos.
Intento abrazarte pero sé que te has
ido, hace tanto que te has ido!!!
Es tu partida la que me mantiene
encadenado al dolor, a la soledad, es tu muerte la que nos arrancó el alma, a
ti de este mundo y a mí de este cuerpo.