Era
esta ya la cuarta ocasión en la que
había intentado cerrar los ojos, dormir no era de sus actividades preferidas,
sabía lo importante de esta y la necesidad de brindársela a su cuerpo.
El
reloj marcaba las tres menos quince, se sintió atraído por las voces de una
pareja que discutía en la calle, se puso de pie y se asomó por la ventana, aun la calle estaba
oscura y a lo lejos diviso un par de siluetas pegadas al portal de la casa de
frente, sintió el sudor escurrir por su cuello y abrió la ventana pensando que
el ruido llamaría la atención de los invasores y avergonzados bajarían la voz.
Dio
la vuelta y se tumbó en la cama, pensó por un instante encender el televisor
pero de inmediato cayó en la cuenta que
nada interesante encontraría a esas horas, las ganas de orinar se apoderaron de
él y sin más se encamino al baño, dejo de lado aquellas sandalias que su perro
había mordisqueado, se escuchaba el golpe de sus talones en el piso, no presto mayor atención a esto, prefirió
mantener la luz apagada e imaginar con
los ojos cerrados en donde se encontraba el sanitario y guiarse con el ruido de
los líquidos al encontrarse, un escalofrió recorrió su cuerpo medio acomodo su
ropa interior y de nuevo se encontró con la mirada clavada en el techo de la
habitación, una vez más cerraría los ojos buscando reconciliarse con el sueño,
hacer las paces y dejar de lado aquellos pensamientos que aprovechaban esa
oscuridad para montar un escenario y actuar frente a él actos extraños, tan
extraños que en un instante le apartaban
del sueño.
Samuel abrió los ojos, el sol apuntaba directamente
a ellos, las cortinas habían quedado
medio abiertas después de lo de anoche, sin duda era ya el verano ya que las ocho de la mañana el sol lucia como
el del medio día, le dolía un poco el cuerpo quizás la falta de
descanso o una mala posición le habían jodido las pocas horas de sueño.
-Que
haremos el día de hoy? – se preguntó en voz alta mientras se acomodaba al borde
de la cama, su cabello desaliñado lo hacía ver sumamente extraño, su cabeza
lucia del doble de tamaño, camino en
dirección del sanitario y no pudo evitar
sonreír al mirar su aspecto, continuo hacia la ducha, mientras el agua caía
sobre su cuerpo desnudo, por su mente dio inicio un desfile de pensamientos e
imagines, sin más su cabeza se posó inmóvil en el muro de azulejo blanco.
Esa
mañana se sentía diferente, no sabía si esa sensación era buena o mala, recordó
las palabras de su psicóloga
–hare que te sientas bien, que estés en el
lado blanco- pero que hacía la
diferencia para diferenciar que estabas de qué lado?
Estaba
completamente desnudo y aun mojado sobre
la cama, tomo el control y sin mirar la tele comenzó a cambiar los canales, no
sabía con exactitud que buscaba, creo
que sucedía lo mismo con su vida ese
día, de pronto la voz tonta de una caricatura le hizo mirar, inmediatamente una
sonrisa natural e infantil surgió de su
rostro, se quedó mirando un instante
aquellas imágenes que le llevaron a su niñez, a los juegos y a las sensaciones
que solo se tienen con la inocencia.
Escucho
que su estómago le hablaba de forma peculiar, quizás extrañaba el alimento,
hacía más de veinticuatro horas que Samuel no comía algo, su mano izquierda
masajeo su abdomen y sin prestar atención siguió mirando la t.v.
La
calle lucia tan iluminada, con colores, olores y formas, Samuel se sentía
extraño al estar rodeado de tanta gente, gente con humores que se podían
percibir a la distancia, su pulcritud lo hacía un poco intolerante a la
sociedad, al rose con las personas y por ello siempre buscaba la forma de estar
apartado de ellas.
Muchas
veces esa forma de ser lo hacía sentir tan solo, y no entendía porque a pesar
de ello tenía esa preferencia al aislamiento, compro un chicarrón de esos que
acompañan de un poco de limón y chile, se acomodó en una banquita de bajo del
sol y se dispuso a ver la cantidad de personalidades que desfilaban frente a
él.
Sonreía
perversamente al descubrir la cantidad de cosas que hacen los seres humanos por
pertenecer a un grupo, a una tribu, en eso si era una de las personas más viles
y despiadadas, no tenía remordimientos al atacar con la mirada, no era su
intención pero parte de su naturaleza siempre le llevaba a ello, encontraba
detalles que parecían insignificantes, para él era atentar contra la integridad
del propio yo.
Miraba
y sonreía al descubrir los más extraños
zapatos, hasta las cabelleras decoloradas y vueltas a teñir, -todo esto es tan
extraño- pensó mientras tiraba lo que restaba de su golosina en el fétido cesto
de basura.
El
olor a pollo lo llevo a entrar a esos lugares en donde venden el crujiente
pellejo del animal, aquel en donde el viejillo barbón es el símbolo de esos
lugares.
-
buenos días, en que le podemos servir?-
escuchó la voz del empleado que
se soltó a decir mil promociones y paquetes, no presto atención a eso que solo se convertía en ruido, con una
sonrisa fingida correspondió al saludo y agradeció la atención.
-Solo
dame un par de piezas de pollo, un poco de ensalada y bastantes sobres de ese
chile verde-
Tomo
su charola y se encamino a la mesa que parecía la más limpia del lugar, a pesar
de ello tomo una servilleta y dio una última pasada, miro el papel que ya no
era tan blanco y lo aparto de su alimento.
Las
risas de los chiquillos sonaban en el área de niños, miraba un par de familias
que comían despreocupadas en aquel lugar, - las risas son una de mis piezas
preferidas de música- pensó Samuel
mientras mordía carne de pollo grasosa y crujiente.
La
vida no es más que algo por lo que se pasa, en donde encontraras infinidad de
cosas, personas y otras que no sé cómo llamarles, es un desfile, una lluvia,
una tarde soleada, viento, estrellas, lluvia, agua….la vida es tan solo lo que
te has permitido apreciar.
Ahora
estoy solo, mis padres han muerto y jamás tuve un hermano, crecí solo,
refugiado entre sueños e ideas estúpidas que me mantenían de pie, viaje cuantas
veces quise y a donde me pego la gana, siempre viví rodeado de soledad y
nostalgia, extrañando una familia, una mascota alguien con quien compartirlo
todo y nada, siempre intente acumular algo de felicidad en mi interior para
poder compartirlo con una mujer, esa persona que carcomiera cada uno de mis
temores y que me cobijara cada noche mientras duermo como angelito (recuerdo
las palabras de mi madre) en realidad hoy estoy completamente solo.
Cerrare
mis ojos una vez más intentando soñar porque sé que es necesario que mi cuerpo
duerma, una vez más intentare dormir.