El sol brillaba en todo lo alto llegando hasta su cama, lentamente abrió los ojos para mirarle y disfrutar de este último contacto.
Sabía que no habría otra oportunidad para acariciarse, para sentirle en este cuerpo, su partida estaba próxima pero en realidad esto no era lo que le preocupaba, temía mas por lo que llegaría a suceder si las personas dejaran de ser agradecidas con el entorno.
Hacía mucho tiempo que la mayor parte de los habitantes de la comunidad dejaron de sentir respeto por la naturaleza, por la vida y sobre todo por ellos mismos.
Un par de lagrimas rodaron por su rostro al imaginar que aquellos verdes campos dejarían de serlo, que el azul del cielo se convertiría en una atmosfera poco cálida y gris, sacudió su cabeza para apartar rápidamente estas imágenes de su mente.
A lo largo de su vida aprendió a compartir el amor con sus semejantes, a ser tolerante con todo aquello que estaba fuera de sus manos y a vivir esperando partir con un hábitat tan sano como lucia esa mañana el astro.
Sus últimos instantes de vida estaban recorriendo su cuerpo, estaba próximo el cambio, por un instante sintió temor, temor que se difumino al descubrir la mirada de su pequeña nieta que acariciaba su blanca cabellera, - No temas abuelo, ha llegado el momento, libera y deja que corra el viento – en ese instante supo que todo tenía sentido y que podía partir en paz al descubrir la pureza de su pequeña, aquella luz que se convertiría en un nuevo alba para la comunidad.
El abuelo partió, lo mire iluminado entre la copa de los árboles, hoy se que brilla aun mas junto al todo.