martes, 26 de octubre de 2010

La última danza

El sol estaba por partir, lo mire de reojo al tiempo que depositaba mi morral en el suelo, el viento me saludo con dulces silbidos, sonreí al saber de él, me distraje de nuestro ritual al saber del resto, detuve todo un instante para saber de ellos, a contemplarles, fue realmente pleno, me lleno de paz, todo está en su tiempo, es nuestro momento.

El trabajo de hoy estaba gobernado por la muerte, sencillamente tenemos que morir, aquella información sorprendió a mas de uno, lo pude adivinar al ver sus rostros que perdían su natural estado
-Dios si esa es a lo que hemos venido el día de hoy que sea como esta planeado-
este pensamiento cruzo mi mente de forma inesperada y veloz sin darme mas oportunidad que asentir con la cabeza de forma casi involuntaria.

Las llamas danzan tímidamente al centro del círculo, aprovecho para darme una oportunidad más para mirar a cada rostro, descubrir o adivinar que sucede en el interior de cada uno de los presentes.

Nos pide alimentar el fuego, darle vida, hacerlo fuerte, crecer para iniciar la ceremonia.
 
Lentamente sin prisa alguna me pongo en pie y camino en dirección a la leña, dando tiempo a cada instante, depositamos madera suficiente para el poder del fuego, la realidad es que solo pocos cumplimos con la tarea mientras el resto continua sin mayor movimiento en su lugar, mirando el ir y venir de los que acarreamos el alimento de la hoguera, de repente sentí algo en mi mano y la mire, la encontré lastimada por las espinas de los trozos de árbol que lucharon hasta el fin para llegar ahí, sonreí entupidamente mientras regresaba a mi lugar y proseguí a ponerme cómodo junto a mi morral y al tronco que anteriormente había colocado para estar en una posición mas cómoda.

Es hora de mirar la danza de la llama, los trazos que se realizan al entrar en contacto con el viento, el admirar como las figura cambiaba de vestuario, de color y forma.

Me sentí inmensamente complacido de poder contemplar aquello que es capas de terminar conmigo en un abrazo y al mismo tiempo se había convertido en un inseparable compañero del hombre, rodaron lágrimas por mis mejillas, entendí parte de la totalidad de la vida, de la naturaleza, de mí y de dios, todos reunidos en este instante.

 
Así paso el tiempo y ahora teníamos que proseguir con la siguiente tarea, encontrar en nuestro rostro y el baile de las llamas a la principal invitada, mirarle de frente para permitirle esculpir mi cara a su lado, el pertenecer a ella, la tarea no era sencilla, no hemos sido criados para verle así sin mas ni mas, no se si la emoción o el miedo lentamente vistieron mi cuerpo, extrañas sensaciones me recorrían, de pronto comencé a mirar un rostro pálido o mas bien amarillento, como el color del dedo del fumador empedernido, quise verle de frente, admirarle y saber quien o porque estaba aquí, al girar mi cabeza para verle mejor se difumino, se perdió de mi vista, me di unos instantes para verle en la mente, realmente no me resultaba familiar pero tampoco creo asombro o espanto en mi, le busque de nueva cuenta y entendí que solo podía hacerlo de reojo ya que al realizarlo de frente se perdía yéndose como una fresca brisa.
 
Pude admirarle, cada detalle, cada seña, descubrir característica de aquel rostro acomodado de perfil, se mantenía ahí silencioso mirándome con el ojo oscuro y penetrante.

Es ahora cuando debemos tallarle en una piedra pómez, de materializarle, de hacerlo palpable, atrapándole para hacerlo presente, y sin pensar extendí mi mano para tomar las herramientas que previamente había acomodado sobre una servilleta bordada, en la mano derecha tenia la piedra y la izquierda inicio la tarea y comencé a invitarle, a forma parte del instante, a dibujarse en ese material, no quiera que la razón participara, en ese instante solo cabíamos dos.
 
Lentamente logre encontrarle, descubrirle en la piedra, nació en la oscuridad de la noche, entre el arrullo del viento y el calor del fuego.

Toc toc toc escuche el retumbar, el ritmo del tambor, ha llegado la hora, es el tiempo de terminar para iniciar con la ultima danza.

La ultima danza
 
Llego el instante de dejarlo todo, de partir, no tengo un destino o al menos si lo hay es ignorado por mi y también con quien.

El tambor sonaba rítmicamente, retumbaba en mí, invitándome a formar y ser parte del paisaje, del lugar, del aire, del cielo, del ave que nos miraba con una sonrisa burlona mientras danzábamos hacia la muerte.
 
-¿Que estoy haciendo?-

Sacudí mi cabeza buscando una respuesta lógica e inmediata, el temor estremeció mi cuerpo

-¿que sucede?-

Me movía al ritmo mientras buscaba una explicación de lo que sucedía, estoy por morir, de partir de este plano y si me voy jamás veré de nuevo a los seres que amo,

-es mejor decir adiós mientras estoy en pie, con vida-

me di cuenta en ese instante que mucho tiempo estuve equivocado

-la eternidad jamás ha formado porte de mi-

inicie mi recorrido, mi despedida, continuaba en movimiento, mi cuerpo danzaba no se si de forma programada o mas bien involuntaria, dije a dios, recordé y reviví tantas cosas mientras mis mejillas se humedecían, hoy temprano partí de casa esperando regresar pero aquí termina todo y mis pensamientos cotidianos que carcomían mi ser ahora me dejaban, se apartaban de mi sin mayor remordimiento, entonces pude darme cuenta de que esta es mi ultima danza.

Los tambores invitaban a mi cuerpo a seguir en movimiento, mi mente lo quería bajo un estado de éxtasis, pero el ya no, estaba mas que cansado, las fuerzas le fueron abandonado, mi respiración era agitada mientras seguí el ritmo de la vida, sentí que estaba a punto de terminar, de culminar con todo, ya no tenia miedo estaba bien conmigo, con el universo pero sobre todo con dios y si ha llegado la hora de partir ha de ser danzando dando mi ultimo aliento.

Sin mas sentí que mis piernas dejaban de existir, que me abandonaban en medio de la noche, estaba a punto de caer pero algo me levanto e impulso a continuar

- el momento llego -

me sentí partir, mire el suelo, la yerba, la tierra y me mire a mi, descubrí la oscuridad de la noche salpicada de estrellas y de una linda y tímida luna.
 
El suceso fue tan solo de un instante, así termino la danza, así término una vida.
 
Al sentir de nuevo el aire entrar en mi, me di cuenta que el inicio estaba presente, lo sentí llegar y me dio la fuerza suficiente para ponerme en pie y mirar el entorno, me encontré sorprendido al descubrir que la tribu estaba muerta, admire con asombro que me encontraba rodeado de cuerpos, algunos aun sollozaban, peleaban aferrados para continuar aquí, otros sencillamente se habían entregado a su muerte, se miraban dormiditos, tan llenos de paz, no entendía el instante lo que sucedía, solo mire el final, supe que morir no era la tragedia que se mira o aprende, la muerte no pesa cuando se despoja uno de tantas cosas que se arrastran en vida, es sencillamente aceptar que hay que vivir para morir.